Caósmosis
Durante cien
noches seguidas tuve la misma pesadilla. Todas las noches comenzaba conmigo
volteando hacia el cielo donde veía una formación hermosa de aves volando. Me
tallaba los ojos y descubría que en realidad estaba equivocado, eran una
parvada de helicópteros. Un lugar donde los maniáticos han hablado y los ancianos escuchan bañados
en llanto, empalmando los límites de la cordura con el enemigo. Donde todo es
locura y los vicios todo lo curan. Donde el cielo es gris y el techo sobre mí se ensancha como si tuviera
várices. Donde las piedras sudan azufre. Donde se le encuentra a uno que le
gusta el peligro. Pero, ¿aquí es dónde? No puedo descifrar si estoy en Oceanía
o en Paris. Estoy en la misma ciudad donde Winston fue torturado una y otra vez
hasta que reclamó vivir en un solipsismo colectivo. Donde se pone un mercado
los miércoles y dicen que bajo la carreta de pescados nació Jean Grenouille.
Donde Berenice fue ultrajada y le arrebataron su sonrisa guardándola en una
caja de madera ¡Una ciudad en la que fui
insultado siendo llamado homúnculo! En la cual
habitaba en Sodoma y modorra. Que diga sopor y Gomorra. Que caminaba a la farmacia y a
la licorería en busca de los alimentos que a diario consumo. Repito, un lugar en el que
los maniáticos platicaban y los cuerdos gritaban. Y yo era de los que platicaba. A la hora del té. En donde las casas no
cerraban las puertas de la entrada, y las dejaban emparejadas porque esperaban al Diablo y lo
contemplaban, como la harina que hace pan el fuego.
Comentarios
Publicar un comentario