Poser
Tenía 18 años y era la tercera vez que
cursaba tercero de secundaria:
–La primera vez no fue mi culpa, sino de mi
padre que quería crecer e independizarse y se quiso mover a otra ciudad, y
nadie me validaba mi año escolar, sabían por las noticias que mi escuela fue un
lavadero de dinero. La segunda fue porque ya trabajando acá, ganando más por su
cuenta, me metieron a una escuela de paga muy buena, franco-alemana, pero yo no
entendía nada. Me tuvieron ahí la mitad
del semestre, pero reprobé todas las materias y hasta entonces me cambiaron a
la pública otra vez. Y bueno, la tercera es la vencida, ¿no crees?
-¿Y de qué trabaja tu papá?-
-Es narco. Controla el estado.- me contestó, muy orgulloso.
-Es narco. Controla el estado.- me contestó, muy orgulloso.
Yo también iba en tercero de secundaria
pero era tres años menor que Víctor. A mí me gustaba el ska y tenía un grupo de
amigos que nos hacíamos llamar los skarnales, pero en realidad solo conocíamos
algunos sencillos de Inspector y Panteón Rococó. Yo era lo que es conocido como
un poser. Lo era, ¿qué quieren que les diga? Víctor se rió en mi cara de
tremenda estupidez y yo le pregunté qué música escuchaba él. Sacó su discman,
lo abrió y me enseñó un disco completamente blanco, con dos tipos pintados de blanco y negro que después conocería como los hermanos Doom Occulta.
-Immortal- vociferó guturalmente.
Víctor me contó todas las historias de metal
que me hicieron enamorarme del género. La primera trataba de un satanista
que era corredor en Nascar, pero en una de sus competencias tuvo un accidente
mortal del que ningún humano podría haber sobrevivido. Pues el hombre le rezó
al diablo para que tomara su alma y lo dejara vivir, lo cual pasó. A una semana
del accidente, cuando le quitaron las vendas que protegían su cara, el doctor
se dio cuenta de una siniestra cruz invertidad que estaba en la frente del
hombre, como si hubiera sido marcado por un fierro caliente. Al recuperarse,
Glen Benton decidió seguir aclamando el nombre de su salvador, y formó un grupo
de death metal que ahora es conocido como Deicide.
A veces ni siquiera eran biografías, sólo
me contaba los conceptos detrás de cada disco:
–Como Grand Declaration of War, que las primeras cuatro canciones dan inicio a la última guerra mundial, y las siguientes cuatro, después de que las bombas atómicas estallan como puente de una parte a la otra, hablan sobre el post mundo apocalíptico donde ahora residen las sobras de la civilización. Ó, por ejemplo, ¿ves este cd? Tiene forma de calavera en vez de ser circular, y eso provoca que al meterlo en tu discman este empiece a temblar, como si pudiera sentir el doble bombo resonante.
–Como Grand Declaration of War, que las primeras cuatro canciones dan inicio a la última guerra mundial, y las siguientes cuatro, después de que las bombas atómicas estallan como puente de una parte a la otra, hablan sobre el post mundo apocalíptico donde ahora residen las sobras de la civilización. Ó, por ejemplo, ¿ves este cd? Tiene forma de calavera en vez de ser circular, y eso provoca que al meterlo en tu discman este empiece a temblar, como si pudiera sentir el doble bombo resonante.
Su casa quedaba a muy pocos pasos de la
escuela, tenía dos metros de barda gris que rodeaban una puerta pequeña y
metálica. Había pasado por esa casa muchas veces sin fijarme una sola de
ellas, como si estuviera en un tercer plano. Cuando entramos empezó a ladrar un
french poodle que apenas me llegaba a los muslos.
-Ricitos sácate a la chingada- pateó su
pequeño perro lejos de mí.
-¿Ricitos?-
-Así le puso mi mamá, ¿qué chingados quieres?-
-¿Ricitos?-
-Así le puso mi mamá, ¿qué chingados quieres?-
Por fuera, la fachada apenas revelaba una
casa de clase media, pero al entrar uno
podía asegurarse que el trabajo de su padre sí debía dejar ganancias. La casa
era de seis pisos, cinco de ellos subterráneos y solo el último al nivel de la
calle. El terreno caía a las faldas de una barranca, y esto les dio la
facilidad de construir un piso debajo de otro, a la distancia pareciendo una
escalera. Llenaron los techos de cada nivel de plantas y árboles que la
escondían muy bien y la mezclaban con la barranca.
Nos sentamos en un balcón del tercer
piso, que su papá había construido sólo para Víctor. En el tenía una mesa de
billar y hasta un tubo de teibolera al lado de su cama. Me contó que desde los
15 años su papá le llevaba una puta a su cuarto el día de su cumpleaños, y que
el tubo apenas se lo había instalado la navidad pasada.
-No lo he estrenado, pero de por sí yo no
soy quién los estrena- me reí pero la verdad no entendí el chiste.
Ricitos nos siguió por toda la casa y
cada que nos deteníamos o nos sentábamos él trataba de montarnos, y mi amigo lo
pateaba cada vez más fuerte, pero este no desistió.
Estábamos muy relajados en un par de
sillas mecedoras y tomamos unas caguamas que sacó del frigobar debajo de su
televisión. Subí los pies para que Ricitos no me atacara y se le acercó una vez
más a Víctor, y este lo trató bien en un principio, lo acarició un poco, y
luego le tomó del pene, una pequeña lombriz rojiza. El perro estaba a punto de
orgasmo cuando le empezó a apretar el pene, haciéndolo chillar con el miembro
pinzado entre sus dedos.
-No tienes idea cómo se siente chingarse
una vieja escuchando metal, te hace sentir como si fueras un vikingo en modo
berserker-
-Yo nunca he hecho el amor con una vieja-
le dije exponiendo una vez más mi ñoñez
-¿Pero si has visto cómo es no?
-Pues en los canales con señal negativa
del cable… a veces me da tiempo de ver un video en la compu de mi hermano sin
audio…
-Espérate, te voy a enseñar-.
Víctor se paró y deslizó las puertas de
su gigante armario, donde dentro estaba su colección de discos de metal, posters
y playeras, además de un altar satánico en donde tenía un estéreo con seis
bocinas y subwoofer.
-¿¡Perla puedes bajar!?- mandó Víctor al
buscar entre su colección de discos
Bajó Perla. La señora de la limpieza.
-La criada- dijo Víctor al verla,-Ah ya
encontré el disco de Extreme Noise Terror- lo puso en su estéreo, apretó play y
se buscó en los pantalones la cartera. Tenía un billete de a mil, y sería
también la primera vez que viera uno en mi vida. La tomó por la cintura y Perla
se dejó besar.
Su sirvienta estaría entre los
veintitantos, y se notaba a leguas que se dejaba usar por el
poco dinero extra que le podía exprimir al hijo de sus patrones. Fuera de eso, se le veía una cara de disociación
con el momento e incomodidad total, y por la forma en que me ignoraba parecía
que no era la primera vez que se dejaba mirar teniendo sexo. Tal vez no lo
entendía o le parecía banal, ya que no pedía intimidad alguna, o si quiera
pedirle a Víctor usar condón. Víctor la volteó contra la cama y se quedó frígida en
contra de sus azotes. El sonido de sus pieles chocando resonaba en mi cabeza
por encima de la música. Víctor empezó a hacer sonidos guturales a la hora de
eyacular, y de Perla uno solo podía notar un poco de transpiración alrededor de
su cuello y detrás de las orejas. Víctor se tambaleó con el pene medio erecto
hasta su caguama y le dio un largo trago.
-¿Gustas?- me dijo, señalándome a Perla.
Perla me vio por primera vez, como si de
mí nunca se hubiera percatado.
Después de ese día seguimos yendo a la
escuela por otros dos meses hasta que se acabó el ciclo escolar. Víctor se
graduó con mi generación y nos movimos a diferentes escuelas para estudiar la
preparatoria. En esos tiempos me dejé crecer el cabelllo y vestí durante un tiempo con la misma
sudadera negra todos los días. Empecé ir a conciertos en el Circo Volador, y
comencé a poner discos de metal en la rockola de la cafetería, para hacer slam con mis amigos. Cierto día, una tierna mujer echada entre las flores me concedió la oportunidad de hacerle el
amor al ritmo de Burzum.
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