Obesa
La conocí por msn. Y digo esto tan de golpe porque sé
que deja mucho de implícito. Sólo de darles esta información ustedes ya podrán
deducir gran parte de la historia. Nos mandamos fotos, nos contamos intimidades, nos propusimos relaciones indecorosas. Usábamos la palabra “amor” una y otra vez, como
si le hubiéramos comprado los derechos de su significado a la RAE. Pasaré
todo ello de largo para ir a lo importante, o más bien, a lo que esta historia
tratará de verdad. Mi madre se encontraba de viaje en Perú y me había dejado la
casa sola en plenas vacaciones de invierno. Lo que yo le propuse fue algo
sencillo. Ven a visitarme, quédate a dormir en mi casa y después vemos qué
pasará con nosotros. Ella era originaria del D.F. y como ustedes saben, yo
residía en Cuernavaca. Sólo una hora en carretera nos distanciaba, y estábamos
muy emocionados por nuestro encuentro. La noche anterior a verla apenas pude
dormir. Me imaginaba que al conocerla nuestros ojos conectarían como dardos,
que sin siquiera tener que comprobar nuestros nombres estaríamos abrazados tiernamente,
dando por concluido que nuestro amor era legítimo y eterno. No necesitas saber mi nombre porque no necesitas llamarme, si me
quieres, puedo estar ahí por ti para siempre le había escrito en un mensaje de texto días
antes. Ella me pidió que nos viéramos fuera de Bellas Artes al mediodía, y eso
fue lo que hice. Estaba ahí, con un libro de Gombrowicz en la mano mientras la
esperaba cuando volteé a mí alrededor en busca de su rostro, y lo encontré. Era
un rostro bello, maquillado, de piel oscura pero el cuerpo. Oh Dios el cuerpo…
El cuerpo era exactamente lo contrario a lo que yo me imaginaba que fuera. Mi
amiga, la mujer con quién había prometido tener relaciones y de la que sólo
conocía una fotografía, era obesa. Obesa como alguna gente lo es desde nacimiento,
de esos que no tienen otra opción más que ser obesos en su vida.Con huesos anchos, defienden sus madres,
con problema de tiroides diagnostican
sus padres. En ese momento algo se me cayó al suelo desde mi pecho y al
recogerlo ya estaba hecho pedazos (evitaré llamarlo por su nombre). ¿Nos vamos?
Me dijo. Tomamos el metro hasta Tasqueña para de ahí tomar un camión que nos
llevara a Cuernavaca. Sólo Dios sabe lo mucho que sufrí en ese trayecto.
Platicábamos fluidamente como lo habíamos hecho antes por la computadora, pero
la verdad es que ella me sabía decepcionado y por lo tanto, estaba por
decepcionarla a ella también. Mi compromiso con ella me hizo llevarla hasta a
mi casa, alimentarla y por fin acostarla en mi cama. Yo la veía y no lo podía
creer, ¿seré capaz? Me pregunté.
Se nota que una persona no sabe de amar fielmente
cuando pasa una cosa: terminando el acto sexual se viste inmediatamente.
Los amantes disfrutamos de la desnudez prolongada de nuestra pareja, como si esa fuera la verdadera forma en la que la conocemos. Las personas que se visten rápidamente después de coger no están conformes con compartir la intimidad de la desnudez por dos posibles razones: No se sienten cómodos con la pareja o no se sienten cómodos consigo mismas. En el primer caso es muy obvia la falta de percepción amorosa (simplemente quieren salir de ese lugar lo más rápido que les sea posible) y en el segundo caso es más bien una respuesta de tipo sicológico (si no está conforme con su mismo cuerpo significa que no se ama a sí misma, y si no puede amar a su ser con mayor dificultad podrá amar el de otro)
Los amantes disfrutamos de la desnudez prolongada de nuestra pareja, como si esa fuera la verdadera forma en la que la conocemos. Las personas que se visten rápidamente después de coger no están conformes con compartir la intimidad de la desnudez por dos posibles razones: No se sienten cómodos con la pareja o no se sienten cómodos consigo mismas. En el primer caso es muy obvia la falta de percepción amorosa (simplemente quieren salir de ese lugar lo más rápido que les sea posible) y en el segundo caso es más bien una respuesta de tipo sicológico (si no está conforme con su mismo cuerpo significa que no se ama a sí misma, y si no puede amar a su ser con mayor dificultad podrá amar el de otro)
Por la noche, soñé con Conor Oberst. Estábamos dentro
de un motel, en un cuarto del segundo piso viendo la televisión. Unas colchas
duras y cortinas naranjas muy gruesas impedían a la luz entrar. En la
televisión pasan una película de vaqueros con John Wayne y sólo de ver eso me
di cuenta que no estaba en ninguna parte cerca de México. Me he de encontrar por Denver, tal vez Portland me dije a mí mismo. Conor tocó a la puerta. De
alguna manera, su presencia aquí no me vislumbra tanto, porque no es como si
fuera la primera vez que le comparto mis penas entre sueños. Tenía su cabello
lacio pegado a su cara el cual empujó con la yema de sus dedos hacia la parte
trasera de su oreja. Lo admiro ya que, los dos, ingenuamente, creemos poder
callar al mundo con nuestros ladridos y deprimirlos con nuestros gemidos. Le
pregunté si tiene admiradoras que se haya llevado a la cama;
- No puede haber una admiración sana, siempre sentimos que somos tan ínfimos,ó tan grandes para aquello que admiramos que nuestra apreciación suele estar desmedida, fuera de la escala de la realidad- me contesta, y encendió un cigarro de tabaco tostado, acomodando su cabello nuevamente.
-¿Pero qué tal si lo que está fuera de escala es ella?¿Alguna vez has tenido sexo con una mujer el doble de tu peso?- le pregunté, mi camisa empapada de sangre.
- No puede haber una admiración sana, siempre sentimos que somos tan ínfimos,ó tan grandes para aquello que admiramos que nuestra apreciación suele estar desmedida, fuera de la escala de la realidad- me contesta, y encendió un cigarro de tabaco tostado, acomodando su cabello nuevamente.
-¿Pero qué tal si lo que está fuera de escala es ella?¿Alguna vez has tenido sexo con una mujer el doble de tu peso?- le pregunté, mi camisa empapada de sangre.
-Yo te prometo ser fiel si tú me prometes criar a mis
hijos.- Eso fue lo primero que me dijo al despertarme. Ella insistió en que
fuéramos a desayunar pero al llegar a la cafetería confesé sentirme mal del
estómago. Ella pidió el desayuno ejecutivo, y peleó por que en vez de escoger
fruta ó jugo pudiera escoger pan dulce para llevar. Al mediodía la dejé en la
central de autobuses y cuando volteé, ella seguía ahí, sus ojos hinchados. Mismos
ojos que nunca volví a ver. De los que nunca volví a hablar, ni siquiera entre
sueños.
fotografía por Abarth.
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